Lunes. No es un día mucho peor que un martes o un jueves. El problema de los lunes es la gente. Otra vez la maldita gente. He tenido que escuchar las patéticas historias de fin de semana de mis compañeros. Idiotas. La gente así tendría que pensar en sus vidas y suicidarse antes de que un loco psicópata asesino les matara. Escuchas sus anécdotas del sábado por la noche y tienes que poner cara de interés. Gilipollas. Me parece una puta mierda tu vida y sus capítulos, pero no te lo puedo decir a la cara. No puedo dejar que pienses que deseo acabar contigo. Así que pongo expresión de interés y río alguno de tus chistes.
–No veas qué pedo a cerveza, tío… y qué dolor de cabeza el domingo.
–Si, joder. Es que la cerveza es muy cabezona. ¿Y qué pasó con la chica del fin de semana pasado? ¿la volviste a ver?
Mierda. Dais asco. Encima tengo que aparentar que me interesa la zorrita a la que te tiraste hace una semana. O que seas un puto alcohólico. Yo mato. Yo mato a gente como tú. Les corto el cuello y luego, mientras se desangran, recito poesía de Espronceda, Lorca o Machado. Y tú me cuentas cómo te emborrachaste el sábado. Me das asco.
A media tarde suena mi teléfono móvil. En la pantalla aparece un nombre. Lorena. Siempre hace lo mismo. Siempre me llama los lunes cuando hemos quedado el fin de semana. Se está poniendo muy pesada. Creo que tendré que hacerla callar. Pero dudo si acabar antes con el capullo de contabilidad. Hoy a bajado a comer conmigo y mi compañero. No ha cerrado la puta bocaza en toda la comida. Es un capullo pedante y arrogante. El teléfono vuelve a sonar. Lorena otra vez. Lo cojo. Estoy de lo más simpático. Me dice que esta noche va a una exposición de cuadros de un puto pintor nuevo. Es en un bar. Lo conozco.
–No, lo siento, no creo que pueda ir. No veas qué jaleo en el trabajo. Creo que me tocará quedarme toda la noche. ¿Hasta qué hora durará eso? Bueno, si salgo a tiempo me paso.
–Genial Carlos. Creo que acabará sobre la una o así.
–Bien. Pues ya te diré algo. Si no te veo esta noche mañana podemos tomar un café. ¿Te apetece?
Ella parece ilusionada. Es la primera vez que yo muestro cierto interés. Me dice que el café de mañana podemos tomarlo aunque nos veamos hoy. La oigo sonreír al otro lado de la línea. Le doy esperanzas.
–Claro. Eso está hecho.
Colgamos. seguro que ahora se pasa toda la tarde pensando en mí. Me gusta eso. Que piense en mí. Que me desee. Mañana no tomaré café con ella. Mañana estará muerta.