Día 41 (segunda parte)

Casi no he podido trabajar nada hoy. Ver la imagen de Marta en el periódico, junto al hombre herido… no sé que pensar. Apago mi ordenador. Salgo de la oficina andando despacio. Camino por la calle, esta vez sin dirección alguna. Quiero hablar con ella. Necesito hablar con ella. Decido ir a mi casa andando. Cojo mi teléfono. Marco su número. Oigo su voz al otro lado de la línea. Me saluda con frialdad. Me dice que en ese momento no puede hablar demasiado conmigo.

–Te he visto en el periódico. Lamento lo de tu ex marido –digo mientras ella permanece callada.

–Tengo que dejarte ahora –me dice. Cuelga. Sigo caminado despacio. Tardo casi dos horas en llegar a mi casa. La oscuridad ha caído sobre la ciudad. Aún hay bastante gente por las calles. Madrid tarda mucho en irse a dormir. Dudo, incluso, que alguna vez duerma.

Llego al portal de mi casa. Arrastro mis pies hasta el buzón. Recojo la correspondencia. Propaganda y alguna factura. Nada más. No sé si sentirme aliviado o no. Casi estoy deseando encontrarme con Judas y devolverle sus 30 monedas. Abro la puerta de mi casa. Entro. Enciendo la luz. Allí, a unos cuantos centímetros de la puerta hay un sobre blanco. Sé lo que es. Lo sé antes de leerlo. Esta vez ha metido el sobre por debajo de la puerta de mi casa. Ha estado al otro lado de esta puerta. Abro el sobre. En su interior, impresa en blanco y negro, la foto de Marta junto a la cama de hospital. Al dorso, escrito a mano, con tinta negra: «No supiste hacer bien tu trabajo maestro. Ahora él está vivo. Puede reconocerte. Y ella está con él. ¿Qué harás al respecto?».