Día 18

El andén vuelve a estar abarrotado. No recordaba que hoy los niños vuelven a las clases después de las vacaciones de verano. Espero al metro. Estoy rodeado de decenas de personas en este andén sucio, maloliente. Es asqueroso. A mi lado, como siempre, un tipo sudoroso, mal vestido, mal afeitado. Joder, es lunes y ya lleva la camiseta sucia. ¿Es que no lo veis? ¿Nadie más lo ve? Estáis todos ciegos. No veis lo que está pasando. El mundo se está poblando de esta mutación de la especie humana. Náuseas. La mutación comienza a toser. Oigo cómo carraspea y absorbe el contenido de su sucia nariz.

No puedo evitar sentir asco por todos vosotros. Por fin llega el metro. Subimos. Estamos apretados. Miro alrededor. Es increíble. Veo la cara sonriente de un tipo rubio, algo más alto que los demás. Mira con complicidad al hombre que tiene a su lado. Es más bajo que él y completamente moreno. No parecen de este país. Los dos dirigen la mirada hacia la chica morena que tienen justo delante. El tipo rubio acerca su pelvis contra ella, contra su culo. Puto cerdo. Pone como excusa la falta de espacio. Ella consigue girarse. Los dos cabrones ríen. Me dan asco. Miro para otro lado. Un par de niños no paran de hablar a gritos. Es su primer día de escuela este curso. Intentan hacerse notar. Futuro oscuro para la raza humana.

Intento concentrarme en otra cosa. No estoy allí metido. No quiero estar allí metido. El puto rubio sigue molestando a la chica. El otro le ríe las gracias. Llegamos a una estación. Los dos extranjeros bajan del vagón, empujando a varias personas. Miro mi reloj. Les miro. Intento guardar cada gesto, cada rasgo de sus caras. Es posible que nos volvamos a ver.

Dejo pasar los minutos. El metro se detiene en mi parada. Bajo. Salgo a la calle. Me siento aliviado. Camino hasta la oficina. Dejo algunas cosas sobre mi mesa y me dirijo directamente a tomar un café. Allí hay varias personas. Están hablando de un accidente. Parece ser, me comentan, que ayer ocurrió un accidente mortal en un paraje cercano a un río. Un padre y su hijo. Ambos fallecieron. La policía cree que el hijo cayó por una cascada y el padre, al intentar salvarlo, se precipitó detrás. Es una lástima. A mí mi padre jamás me llevó a pasar un día al campo. Quizá por eso estoy vivo.